jueves, 4 de diciembre de 2008

Sobre el Patrimonio Geológico

Fuente: elmundo.es/Joaquín araujo

A veces, cavando en mi huerto, o paseando por cualquier rincón de mi terruño, veo sonreír a una piedra.

Las tres filas de estrías de los trilobites, en efecto, pueden ser interpretadas/observadas como ondas que se alinean contra la orilla. Pero lo de contemplarlas como esa insustituible expresión del rostro humano mana de que, poco o nada, se merece tanto esa leve expansión de los labios, con algo de dentadura al aire.

No en vano se trata de un ser vivo petrificado por el tiempo y con unas decenas y hasta centenares de millones de años congelados en una escultura que fue dibujada por las azarosas órdenes de la historia de la vida.

Para los domesticados hasta la esclavitud por la prisa y la fugacidad, no deja de ser irónica esa expresión de los fósiles.

Si el tiempo huye y nos hunde también reflota, revive con sorna en estos seres del pasado, que de pronto, nos alegran el encuentro con la obvia sorpresa de algo tan asombroso como la conversión en escultura de algo que fue ser vivo. Los cuerpos/ tumba nos llegan, incluso, desde las más lejanas etapas de la historia de la vida.

Tenemos ventanas al pasado que nos acercan a nuestros antecesores de hace unos 3.000 millones de años. Lo que supone no sólo superar al paso del tiempo con huellas poco menos que indelebles, sino también el que lo hayan hecho los seres fundacionales a su vez los más pequeños: las bacterias.

Con todo, los fósiles que más sonríen desde su condición de piedra son los trilobites y los branquiópodos. Sus formas regulares, geométricas, ese propagarse de surcos, como ondas, acepta que los guardemos de inmediato en el bolsillo, que lo convirtamos, incluso, en colección. Por desgracia, muchos se dedican de forma exhaustiva a hacerlo.

Con ello han comenzado a poner en peligro el acceso a información básica y sensible a parte de la comunidad científica que quiere seguir preguntándole a tan fascinantes piedras por nuestro pasado común.

La masificación de la caza, de la recolección de bayas, frutos y hongos y la no menor de fósiles ha conseguido que se resientan casi todos los reinos de la vida y hasta lo mineral, geológico.

Por supuesto que cuesta dejar una de estas manifestaciones de la Naturaleza donde la encontramos, pero conviene que vayamos haciéndonos a la idea de respetar también el patrimonio geológico.

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